La Opinión



  •  Nueva sección de opinión donde compartimos las sabias reflexiones de nuestro compañero José María García del mundo del running y del deporte en general.
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La inmensa mayoría de los padres y madres que lo somos por vez primera nos hemos preguntado una o mil veces si seremos buenos padres, si estaremos preparados para ello. Porque esto ¿cómo podemos saberlo?, ¿mediante un test rutinario?, ¿con un análisis de sangre?, ¿leyendo los posos del té?.
De esas revistas especializadas que hay en la sala de espera de la consulta del ginecólogo, me quedo con una frase lapidaria leída que dice "Si de verdad quieres ser una buena madre (o un buen padre) ya estás en el camino de serlo".
La experiencia dice que todo es mucho más complejo que eso, pero es un buena frase para empezar.
He leído muchos artículos sobre cuestiones similares referidas al maratón. Es la gran distancia por excelencia, la cima que todo corredor desea alcanzar, tiene la historia y la mítica y los ingredientes de un reto significativo. Preguntas que vienen a plantearnos si estamos preparados para correr un maratón, si seremos capaces de hacerlo, si hemos seguido algunos pasos previos, como mandan los cánones de la disciplina y el entrenamiento.
No corráis un maratón si no sentís "la llamada" si realmente no queréis hacerlo. Ni porque lo vayan a preparar nuestros compañeros, ni por un capricho, ni por una apuesta ni por una especie de orgullo insensato. Tenemos que dar el paso con determinación y absolutamente convencidos que es algo que deseamos plantearnos desde el corazón y la cabeza. No pasa absolutamente nada si no lo hacemos, si no nos vemos capacitados de momento y lo queremos retrasar hasta que el momento, para nosotros, sea el indicado. Muchos atletas profesionales, campeones del mundo y olímpicos, jamás han corrido esa distancia ni sienten la "necesidad" de hacerla y no por ello son menos atletas que sus compañeros maratonianos y a buen seguro que de entrenarlo serían unos excelentes competidores. Simplemente se encuentran felices con la forma en la que viven y sienten el deporte y sus retos -no menos difíciles- van por otros caminos.
Pero si vais a dar el "gran" paso y estáis convencidos de ello, sabed que no hay ningún test significativo, ni un análisis de fluidos, ni nada específico que sirva para saber si estáis preparados.
Decía un instructor de paracaidismo que aunque la incertidumbre de que no se abra el paracaídas te persigue desde el primer salto al último, sólo hay una manera de comprobarlo.
Que no os digan que no vais a poder, que aún no estáis preparados, porque puede ser que estén en lo cierto; es una simple cuestión de estadística. Habrá que entrenar y sacrificarse, aprender a manejar la situación y ver en que queda todo esto, pero si de verdad tenéis el ánimo suficiente para correr un maratón ya estáis en el camino de alcanzar vuestro sueño. Que ese deseo se convierta en vuestro principal estímulo y referencia porque la incertidumbre siempre va a estar ahí, aunque hayáis entrenado y disputado otros maratones y sólo hay una manera de comprobarlo, dando el salto.

Suerte a tod@s los que vais a darlo.
  José María García



Para las grandes firmas comerciales, me da igual si son de equipación deportiva, de automóviles o refrescos, invertir en publicidad es lo primero; más que en el producto en sí. Esto es de primero de mercadotecnia, no descubro nada nuevo. Hay personas que trabajan todos los días intensamente para esto mismo, ¿les vamos a contradecir?.
El mundillo del "running" masivo a nivel popular es un universo relativamente nuevo y un filón en bruto para sacar buena tajada.
Eso ya lo sabían las grandes marcas deportivas y por eso están ya aquí, incluso antes que el corredor.
Están presentes en todos los grandes y medianos eventos, gastan buena parte de sus beneficios y controlan el tinglado a distintos niveles. Se hacen visibles porque forma parte del trabajo de esa agresiva técnica de mercado. Y la verdad es que lo han clavado.
Han conseguido que el calzado deportivo sea el producto estrella del corredor y que haya desplazado a cualquier otro tipo de calzado y en cualquier tipo de moda o situación social.
No voy a entrar en modas y gustos, un callejón sin salida, pero me gustaría saber por qué.
Cuando yo era un crío y teníamos una situación económica y social más humilde, gastábamos unas zapatillas fuertes y robustas que igual servían para pegarle a las piedras que para trepar un muro o saltar los charcos. Las llevábamos de lunes a lunes y aguantaban el paso del tiempo casi sin inmutarse. Aquellas Paredes blancas de suela de caucho dura, las famosas Yumas de las bandas naranjas, las J'Hayber y otras marcas de "mercadillo" que ni hoy consigo recordar, fueron las Saucony y las Brooks del momento. Eran unas "tenis" para correr y jugar a futbol y no costaban ni la tercera parte que las actuales.
Hoy día esa polivalencia es impensable, aparte de ruinosa para cualquier compañía "seria" que se precie.
Yo trabajo en cierto sector del plástico y sé que los polímeros, los polipropilenos y otros productos sintéticos con los que se suelen fabricar las super zapatillas para runners no valen ni cuatro duros. Unas zapatillas que no pesan ni 300 gramos, ¿qué cantidad de dinero creéis que lleva en materiales?. Está claro, no seamos ingenuos, hay un proceso detrás de diseño e investigación, desarrollo y tecnología aplicada, pero el resto es un buen cosido en una gran fábrica china.
Todo empieza en los carteles de las vallas, las revistas gratuitas y nos lleva hasta las tiendas especializadas, pasando por el podólogo, estudios de pisada, las plantillas, etc. Un proceso en el que se ven implicadas muchas siglas, ingenios y procesos complejos con nombres indescifrables pero al parecer absolutamente cruciales y todo en inglés que le da un toque muy sofisticado, para al final no entender absolutamente nada que vaya más allá de lo "cómodo/incómodo". Lo peor es descubrir que detrás de todas esas maravillas hay productos que se desgastan con mucha facilidad, que no duran dos asaltos y a precios prohibitivos.
Se ha creado una necesidad de llevar calzado para corredores, como el que se compra unos zapatos para golfistas o para jugar a bádminton, sabiendo que el deporte se remonta a tiempos pasados de grandes gestas y gente grande sin pegatinas en sus camisetas. Admito ser parte de esa "necesidad" y me duele. Y no tanto por el dinero invertido en algo que supuestamente va a amortiguar un brutal impacto, sino en ver cómo después viene un "cinco dedos" y te adelanta en una bajada o a los Super Pacos con zapatos. De todo esto parece que hay una gran verdad: "la sandalia no hace al peregrino".
 José María García



Los aficionados al ciclismo dicen que hay dos clases de ciclistas: los que se han caído y los que se van a caer.
Desde el iniciado al más confiado de los veteranos, al parecer, es inevitable.
El más listo de la clase nos diría que si no quieres caerte lo mejor es dejar la bici en el garaje. También el médico te dirá que si no quieres lesionarte es mejor que no corras. No sé vosotros pero yo no estoy para estar en un garaje; no de momento.
Así que no toca otra que asumir y asimilar nuestra limitada e imperfecta condición humana para seguir maltratando algunas partes físicas de nuestro cuerpo y beneficiar otras causas más "elevadas". Como el agricultor que muele su espalda para que otros tengamos verduras frescas a la mesa.
Hay muchos tutoriales sobre entrenamientos, estiramientos y dietas. Tácticas de carrera y de competición. Consejos sobre prendas deportivas, hidratación y herramientas varias. También formas de evitar las lesiones y procedimientos para su recuperación y cura cuando han aparecido, pero ¿os habéis fijado? no hay nada escrito sobre qué hacer anímicamente cuando ya te has caído. Porque sabes que vas a llegar al suelo más tarde o más temprano ya que sólo hay, como en los ciclistas, dos clases de corredores.
Supongo que debe ser difícil explicar cómo gestionar el momento mismo de la derrota ya que nadie está preparado para cuando suceda. Puede sorprenderte cuando estás en un momento dulce y confiado y normalmente cuando ya venías con las dudas, da lo mismo. El caso es que aparecen sensaciones desconocidas, inusuales, no deseadas, no entrenadas. En ese momento pensamos en el presente, cuestionándolo todo y preguntándonos por qué a mí, por qué ahora, en el pasado, para ver dónde hemos fallado y las causas y en el futuro porque tenemos otros objetivos deportivos y sobretodo porque nos debemos en salud a nuestro trabajo, a nuestra vida diaria.
Aparecen sentimientos encontrados de rabia e impotencia, cierta sensación de vacío, de incertidumbre, de miedo a la inactividad y al dique seco. Pesadumbre y decepción por llegar a casa vencido y llevando una mochila de problemas.
Algunas lágrimas que vemos parecen ser de estos tipos, dolorosas e intensas más que la misma lesión. No queremos molestar con nuestros impedimentos porque sólo es nuestra la culpa como nuestra es la manía de seguir en la brecha así quedebemos acarrear con ella ya que forma parte del juego, del aprendizaje y de eso que llaman "grandeza" del deporte.
Por eso cuando aparecen nuestros compañeros/as para echarnos una mano, para entender lo que nos está ocurriendo, para darnos sus consejos (sabios o no) y sobre todo para animarnos y desearnos una buena recuperación o cuando alguien de nuestra familia trata de alentarnos restando importancia a eso que para nosotros es lo más parecido a entrar en el infierno, uno sabe que no hacen falta tutoriales, que hay ciertas reglas no escritas que nos acercan a la idea de equipo a los eslóganes manidos a la nobleza de la gente al cariño de los nuestros y sí ¡demonios! también esto es grandeza del deporte.
Cada cual, a su manera deberá experimentar y soportar las que vienen a siniestras aguantando el temporal en silencio o haciendo señas para conectarnos con el resto. Al final, un poco de descanso, engrasar el cambio, meter presión a las ruedas y abrir de par en par la puerta del garaje. Allá vamos con el plato grande.
 José María García
     
     
Buscando una razón absoluta de las cosas, dicen los expertos en sociología que los veteranos que nos iniciamos en esto del running, sufrimos una llamada "crisis de los cuarenta" en la que pretendemos vivir una segunda juventud y la recuperación de un tiempo perdido.
Veamos, juventud, como la madre, no hay más que una y cualquier forma en la que la hayamos vivido es tiempo irrecuperable y del que nadie debería arrepentirse pues forma parte esencial de lo que somos, ¿qué si no?.
Vamos a retrotraernos para darle sentido.
Para muchos y muchas de los que ahora peinamos canas, el deporte, en nuestra más tierna etapa de aprendizaje, consistía en una sucesión de rígidas tablas de gimnasia, saltos al potro y escaladas infructuosas de una gruesa cuerda, los más afortunados y un libre albedrío para el resto.
La idea de deporte en su vertiente más lúdica y divertida, se producía cuando solíamos salir a la calle y jugábamos a futbito, a frontón o al béisbol callejero, entre otros. Para las chicas pintaba peor, el peso de la tradición aplastaba cualquier intento siquiera de imitar al hombre y el ejercicio entonces consistía en saltar a la comba o las musicales coreografías entre una goma elástica; la carrera a pie era el tradicional "pilla-pilla".
Vale que no todo el deporte iniciático era un solar. Habían clubes de artes marciales, gimnasios para culturistas, un par de canchas de baloncesto, las piscinas de verano y mucho, mucho fútbol que era (y es) el sempiterno deporte nacional y sobre el que giraba todo; justamente terreno vedado a la mujer.
Con estas premisas, aún me sorprende que llevemos 34 ediciones de la Volta a Peu, aunque hay que precisar que en sus inicios estaban estratosféricamente lejos de soñar las cifras de asistentes que cuentan en la actualidad.
Por lo tanto somos hijos de una transición austera y poco amigable para el deportista a todos los niveles, donde la pasión, la lucha y el esfuerzo titánico por sobresalir en otras disciplinas que no fueran darle patadas a un balón, se consideraba de locos, aislados y otras hierbas raras. Aún así, el "running" en su definición más castiza y desprovista de tanta bobada se manifestaba en los miles de kilómetros que la chiquillería recorríamos por las calles desiertas al compás de un bocadillo de mantequilla de colores. No vayan a creerse que aquellas piernas no tuvieron sus tendinitis y su agua con azúcar.
Nosotros no nos reivindicamos como esos simpáticos gorditos y gorditas que descubren algo nuevo al calor de una moda ni añoran una juventud pasada porque somos conscientes que la nuestra fue un episodio acabado y bien acabado por muchos -afortunadamente estamos para contarlo- y que además, como dice la canción de otro carca "nunca el tiempo es perdido". Somos personas que hemos ido evolucionando y nos aprovechamos de este deporte como de cualquier otro para seguir divirtiéndonos entre la lucha y el esfuerzo que implica y de lo que sabemos, por experiencia, un rato largo; y si no que se lo pregunten a las madres que hoy salen a entrenar.
Así que dejen de decir que tenemos una crisis -me refiero existencial, no de las otras- porque esta forma de experimentar y poner nuestro cuerpo al límite (ahora que vamos viendo de cerca dónde parece estar) tiene la simple finalidad de seguir aprendiendo y disfrutando. Hasta que el cuerpo aguante, no hasta que lo digan ustedes.
 José María García



Hace tiempo que los entrenadores nos advierten de la importancia de lo que ellos denominan "entrenamiento invisible". Esas rutinas y hábitos que nos benefician directamente en nuestra forma física fuera de los entrenamientos propiamente dichos, como el descanso y la alimentación saludable o usar la bicicleta para desplazarnos y subir escaleras en vez de utilizar el ascensor. 
Yo incluiría dentro del grupo una parte importante que me parece fundamental y a la que le debemos buena parte del modesto éxito deportivo que hayamos podido tener personalmente como corredores/as populares.
Porque qué importante es ir a entrenar con el tiempo suficiente, sin ataduras y la mente despejada para poder concentrarnos en nuestra rutina y qué difícil compaginarlo con el tiempo de nuestras relaciones familiares.
Son las personas con quienes convivimos testigos de primera mano y parte activa de nuestros sacrificios, el muro de nuestras quejas y lamentaciones. Nadie mejor que ellos para conocer nuestras pequeñas o grandes necesidades y manías de un deporte a todas luces egoísta y es que muchas parejas ya lo eran antes de la "fiebre" y han ido pasando de un mero entretenimiento saludable y barato a una nueva forma de vida con gastos adicionales que solamente el corredor va a disfrutar. A ellos a quienes les robamos el tiempo, pese a que posiblemente nuestra afición les resulte extraña e incomprensible, ajena a sus propios gustos. Les podemos pedir que compartan nuestro deseo por las carreras pero estar acodados detrás de una valla viendo pasar una interminable marea multicolor de desconocidos no es una actividad muy estimulante para un sábado por la tarde. La convivencia entre parejas de runners con distintos intereses y metas o la relación con nuestros hijos que también se hace compleja porque aunque para ellos podamos ser un hermoso ejemplo y referencia, también ellos necesitan tener su tiempo, su espacio y sus propios gustos personales.
Si al menos pudiéramos hacerles ver que esta válvula de escape nos hace reflejar una mejor versión de nosotros mismos y que ha valido la pena tanto esfuerzo quizá a fuerza de ir viendo nuestros avances y la pasión con la que llevamos la carga, respetando y aceptando nuestra determinación por conseguir unas metas y unos retos que pueden parecen pueriles vistos desde fuera podrían, con honestidad y también orgullo, ver en que nos hemos ido convirtiendo pese a todo.
Conciliando y consensuando con nuestras parejas o sirviendo de referencia para nuestros pequeños, pidiéndoles un último apoyo y recibiendo su cariño incondicional preocupados por noticias alarmantes, dándole sentido a la causa, siempre ahí. ¿Cómo agradecerles por todo?.
Alguna vez he escuchado entre corrillos algún comentario despectivo sobre esos corredores/as que suelen entrar en meta con sus hijos y hay carreras elitistas que directamente no lo permiten. Vale, no es una foto muy "cool" ni tiene la estampa de un tipo entrando a meta con una poderosa zancada y los brazos en alto. Portar el dorsal con esos nombres o entrar a meta con nuestros pequeños no tiene tanto de orgullo como de agradecimiento y es una forma sincera de hacer visible gran parte de ese entrenamiento que no se ve.
 José María García



Dicen que si un producto es gratis, tu eres el producto.
El precio de utilizar whatsapp y éste vertedero de publicidad que es Facebook, por ejemplo, es dejar bien abierta la ventana de nuestros datos, de nuestras intimidades, gustos y carencias para que las usen terceros con fines bien lucrativos. Así son las cosas.
No tengo ningún problema con el tipo de comercio actual con el que existimos ni con que una persona avispada haga caja de sus brillantes e innovadoras ideas, pero hay tipos de "comercio" que claman al cielo. Pongo por caso pagar una cifra desorbitada por ir luciendo una prenda deportiva con el nombre, el logo y los colores de esa misma firma deportiva. Les hacemos publicidad y aún así les pagamos. Bien mirado es demencial pero algo muy de nuestro tiempo un negocio de campanillas pero una patada en sus partes a la antigua y eficiente transacción comercial desde tiempos de los fenicios. Hablando de la antigüedad , dicen los viejos del lugar que hubo un tiempo en el que un buen número de carreras eran gratuitas. Ahora apenas quedan un par de ellas.
Nunca he creído en el milagro del pan y los peces pero sí en el de ¿quieres una taza?, toma dos caldos (media maratón de Xátiva) tampoco sé cuánto cuesta organizar una carrera, nunca he estado en ese lado, pero sé lo que hace una familia con 400 euros y con eso me quedo.
Supongo que todo es cuestión de orgullo, sacrificio, esfuerzo e imaginación, nobleza de ideas y más cariño que llanto.
Yo creo, desde la modesta opinión de quien lleva gastados unos 140 euros en inscripciones (y estamos en Abril) que todos los corredores/as populares de la provincia deberíamos acudir en masa a Massanassa -perdonadme el pareado-.
Una peregrinación anual a la población que organiza ese gran fondo, para rendir homenaje sincero a la Colla y a su fantástica labor, a su respeto por el corredor desde una forma desinteresada, sin utilizarnos para exhibir sus marcas y un supuesto prestigio bien desembolsado. Es una razón de ética, de dignidad, de afecto por quienes piensan que otra forma de vivir las carreras es posible. Quizá hay un viejo y noble compromiso de utilizar y revertir los impuestos de los vecinos para fomentar maneras de practicar deporte en armonía con otros vecinos que van también a disfrutar de las vistas de La Marjal (el deporte también es cultura) y del comercio local. ¿No debería ser ésta una razón más que suficiente?. No tengo, personalmente, ningún problema en lucir una marca o un esponsor en mi camiseta y llamar la atención sobre ello, sólo me gustaría lucirla con orgullo y con la sensación de honrar esos colores en reciprocidad a un tipo de comercio, digámoslo así, lo más justo posible.
 José María García


Que gratuito les resulta a algunos demonizar al corredor y hacerle responsable único de su trágico destino; como si lo hubieran estado buscando. Que si no hay respeto por las distancias, que si hay que obligar a presentar exámenes médicos. Es especialmente doloroso cuando viene de boca de otros corredores populares que, a buen seguro, también se cayeron, sufrieron el amargo sabor de la derrota y a quienes la distancia les puso en su sitio. Todos los corredores populares (y todos los demás) necesitamos equivocarnos, necesitamos sufrir y caernos porque forma parte del aprendizaje. La disciplina viene después de los errores y no antes. No conozco un solo atleta que haya empezado en la carrera a pie con un buen entrenador, un nutricionista y una buena prueba de esfuerzo como carta de presentación. La distancia se va a hacer respetar, es cuestión de tiempo y hasta los grandes campeones han tenido que abandonar en alguna ocasión.
Hablando de la prueba de esfuerzo, recuerdo lo que me dijo el doctor Giner de la clínica Quirón: "No creas que con esto ya estás libre de sufrir algún percance; esto te dice cómo estás ahora, todo lo demás dependerá de tí y de la suerte". La frase se suma con la anécdota del que fue a hacerse un electrocardiograma y cayó fulminado en el parking del hospital. Nadie está a salvo.
Según la Sociedad Española de Cardiología hay 120 muertes súbitas anuales en el deporte. ¿Y las que te pillan trabajando?, ¿en casa?, ¿en el hospital?. Un certificado médico que yo vaya a presentar en la prueba que me lo pida no me va a salvar de un golpe de calor, una mala hidratación, una caída o una vena obstruida, pongo por caso.
Una prueba de esfuerzo cuesta menos que unas zapatillas de marca y es esencial para saber si tienes algún tipo de cardiopatía que te impida hacer sobreesfuerzos, también sirve para conocer tus umbrales de resistencia y mejorar en tus entrenamientos (por todo esto ya vale la pena el gasto) pero no te asegura que vayas a salir idemne de tus esfuerzos en el deporte y en la vida. Antes de un reconocimiento emitido por mi médico de cabecera, prefiero que las autoridades políticas, deportivas y sanitarias tomen cartas en el asunto y den información. Información y conocimiento, a todos los niveles, desde la educación física en los centros educativos a los clubes de atletismo, entrenadores y preparadores físicos. Prevención antes que reprimenda.
Además, esto de las pruebas médicas por encargo, destila un tufillo a librarse de responsabilidades y seguros médicos por parte de los organizadores que no me gusta nada. Sentido común y cabeza y respeto al corredor. D.E.P. a los compañeros del maratón.
 José María García





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